La ayuda de Mildred llegó en forma de una lista de lecturas, de varias listas a lo largo de los meses siguientes, y por primera vez en su vida Rose satisfizo su avidez de historias con novelas, buenas novelas, no los relatos detectivescos ni los éxitos de librería por los que ella se habría sentido atraída, sino con los libros que Mildred le recomendaba, clásicos desde luego, pero siempre seleccionados pensando en Rose, obras que a juicio de Mildred gustarían a su hermana, lo que significaba que ni Moby Dick, ni Ulises ni La montaña mágica entraron nunca en las listas, porque aquellos libros habrían constituido una tarea de enormes proporciones para ella, tan escasamente preparada, pero cuántos otros había para escoger, y a medida que pasaban los meses y la criatura iba creciendo en sus entrañas, Rose se pasaba el día inmersa en las páginas de aquellos libros, y aunque hubo algunas decepciones entre las docenas que leyó (Fiesta, por ejemplo, que le pareció falso y superficial), casi todos los demás la cautivaron y la tuvieron ensimismada de principio a fin, entre ellos Suave es la noche, Orgullo y prejuicio, La casa de la alegría, Moll Flanders, La feria de las vanidades, Cumbres borrascosas, Madame Bovary, La cartuja de Parma, Primer amor, Dublineses, Luz de agosto, David Copperfield, Middlemarch, Washington Square, La letra escarlata, Calle Mayor, Jane Eyre y muchos más, pero de todos los autores que descubrió durante su confinamiento fue Tolstói el que más le dijo, el colosal Tolstói, que entendía la vida toda, pensaba Rose, todo lo que había que saber sobre el corazón humano y la mente humana, con independencia de a quién perteneciera el corazón o la mente, a un hombre o a una mujer, y cómo era posible, se preguntaba, que un hombre supiera lo que Tolstói sabía de las mujeres, no tenía sentido que un hombre pudiera ser todos los hombres y todas las mujeres, y por tanto caminó con paso firme a lo largo de casi todo lo que Tolstói había escrito, no solo las grandes novelas como Guerra y paz, Ana Karénina y Resurrección, sino también las obras breves, las novelas cortas y los relatos, ninguno de ellos más impactante para ella que Felicidad conyugal, la historia en cien páginas de una joven recién casada y su gradual desilusión, una obra que le llegó a lo más hondo y la hizo llorar al final.
FRAGMENTO DEL LIBRO …